Historia de la accesibilidad II: La intervención en discapacidad unida a la intervención en Accesibilidad.
Para conocer cómo ha evolucionado el concepto de Accesibilidad y de supresión de las barreras para las personas con discapacidad debemos de reflejar la evolución metodológica de intervención con este colectivo a lo largo de la historia. Esta evolución metodológica, tradicionalmente, queda establecida en tres grandes formas de intervenir con este colectivo, conocidos como los modelos de prescindencia, medico y social.
A lo largo de la historia y hasta casi mediados del siglo XIX, la discapacidad no era considerada como digna de una intervención específica y de hecho prácticamente eran obviados e ignorados. Está época es conocida como etapa o modelo de prescindencia en el que como su nombre bien indica se prescindía de la persona por tener algún tipo de discapacidad. Se consideraba que las causas que producían la discapacidad eran de carácter mágico o religioso (animismo, castigo divino, maleficio, etc.) por lo que se consideraba que la persona con discapacidad no tenia que aportar nada a la sociedad y la sociedad debía deshacerse de ellas. Así en esta época se practicaban infanticidios de niños “deformes” o neonatos con apariencia inusual, los malos tratos o la esclavitud, o simplemente eran utilizados como diversión (Roma). Con el surgimiento del cristianismo surge el concepto de la demonización o lo que es lo mismo, la discapacidad fruto del demonio que se afronta unido al anterior castigo divino en la Edad Media. Aún así este modelo de prescindencia, con el cristianismo, fue “evolucionando” a un modelo de marginación excluyente bien como consecuencia de subestimar a dichas personas y ser objeto de compasión o bien como ignorancia, rechazo o miedo hacia lo diferente. Aún así, en los siglos XVII y XVIII se generaliza la segregación indiscriminada y el internamiento masificado como modelo de intervención que sigue siendo generalmente de prescindencia de la sociedad que llegará prácticamente hasta mediados del siglo XX.
Un segundo modelo, surge tras la II Guerra Mundial conocido como modelo médico o modelo rehabilitador, que justifica las causas de manera científica, entrando a considerar a la persona con discapacidad en términos de salud y enfermedad. Así mismo, ya no se considera a dichas personas con discapacidad como inútiles respecto de las necesidades de la comunidad, sino que se las entiende como que pueden aportar algo, en la medida de que sean “rehabilitadas” o “normalizadas”. Es decir son rentables si se les rehabilita para que sean capaces de “competir” en la sociedad. Este modelo ha estado vigente prácticamente hasta finales del siglo XX y con él evidentemente se han desarrollado todo lo referente a las ayudas técnicas y las tecnologías de apoyo, así como el concepto de prestación.
Hoy en día, se tiende, a un modelo social de la discapacidad, derivado fundamentalmente de aplicar los derechos humanos y del rechazo a los fundamentos de los modelos anteriores. Este modelo emerge en Estados Unidos e Inglaterra a finales de los años 60 y principio de los 70, cuyos presupuestos fundamentales, resuelven que las causas que originan la discapacidad no son ni religiosas ni científicas, sino sociales o al menos, preponderantemente sociales. Es decir no existen limitaciones individuales, sino limitaciones de la propia sociedad, para prestar servicios apropiados y para asegurar adecuadamente que las necesidades de las personas con discapacidad sean tenidas en cuenta dentro de la organización social. Esta nueva visión arroja una serie de repercusiones, sobre todo en las nuevas políticas, que dejan de aportar soluciones individuales (rehabilitadoras) para ofrecer medidas dirigidas a la sociedad y fundamentalmente medidas trasversales y aglutinadores desde una multitud de ópticas. En resumen se pasa de una rehabilitación de la persona a una rehabilitación de la sociedad pensada y diseñada para hacer frente a las necesidades de todas las personas (Accesibilidad Universal, apoyo a las grandes discapacidades, etc.). Este último modelo social ha dado otra visión general de la discapacidad, que se reflejó, en diciembre de 2006 con la aprobación la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad[1].
Aunque actualmente se tiende hacia el modelo social, es verdad que en ningún caso se han abandonado los objetivos conseguidos mediante el modelo médico, sino que podemos decir que se complementan
[1] Este nuevo instrumento supone importantes consecuencias para las personas con discapacidad, destacando la “visibilidad” de este grupo ciudadano dentro del sistema de protección de derechos humanos de Naciones Unidas, la asunción de la discapacidad como una cuestión de derechos humanos, y el contar con una herramienta jurídica vinculante a la hora de hacer valer los derechos de estas personas. Poco a poco los distintos países han ido ratificando dicha convención dando cabida a un nuevo marco normativo y a una actualización legislativa (España la ratifico el 3 de mayo de 2008). La Convención establece los siguientes principios: el respeto a la realidad inherente, la autonomía personal, la igualdad de oportunidades, la no discriminación, la participación e inclusión plena y efectiva en la sociedad, el respeto por la diferencia y la aceptación de las personas con discapacidad como parte de la diversidad y la condición humana